1. Algunos son tan celosos de su libertad que la defienden incluso frente a Dios. Lo que no se entiende bien es que se sometan a arbitrariedades de otros para caerles bien o tratar de conseguir algo de ellos.
2. Prescindir de Dios implica someterse al “más de lo mismo”. Todo lo que no lleva el sello de Dios termina siendo la misma rutina con distintos matices. Lo dicho, más de lo mismo.
3. Si un día te encuentras caído, sin fuerzas para nada y al borde de la desesperación, y alguien viene a tu encuentro con la belleza infinita del Evangelio, puedes decir que el Hijo de Dios te ha visitado.
4. Es cierto que puedes vivir sin Dios, mas también lo es que entonces nunca podrás ser la maravillosa obra de arte que Él había proyectado hacer en ti pero no sin ti.
5. La tierra está poblada de dioses y hombres. Los dioses terminan por ser hombres que se apagan en el polvo, los hombres en hijos del Dios vivo (Jn 1,12).
6. “Mi Palabra no volverá a mí vacía sin cumplir la misión a la que la envié”, dice Dios (Is 55,11). Es verdad, vuelve a Dios con todo aquel que la acogió.
7. Suplica el salmista: “Quiero guardar tus palabras, tú no me abandones” (Sl 119,8). Es que cuando uno quiere ser fiel a Dios todos le abandonan menos Él.
8. A veces nos batimos en retirada ante el Evangelio de Jesús. Lo peor es que nos justificamos diciendo que no lo entendemos, cuando en realidad la huida nace de la no aceptación de las propuestas de Jesús.
9. Nos cuesta creer que Dios, lleno de Majestad y Gloria, se pueda alegrar con nosotros. Él mismo lo dice: “La alegría que tiene el esposo por su esposa la tiene tu Dios contigo” (Is 62,5).
10. Dios resplandece, manifiesta su gloria en los discípulos de su Hijo, aquellos que no se tapan la cara ante su resplandor, los que no se defienden ante su Evangelio.
11. Cuando una sociedad está muerta tiene una necesidad imperiosa de proclamar que Dios está muerto; por mimetismo, porque está muerta.
12. Para la mayoría de los hombres la única señal que les mueve a creer en Dios es la luz radiante del rostro de los discípulos de su Hijo.
13. ¿Está o no está Dios con nosotros?, grita Israel en sus pruebas. Grito normal en todo aquel que acoge la llamada de Jesús a seguirle, también en sus pruebas. Sabemos la respuesta: “Yo estoy con vosotros por siempre” (Mt 28,20).
14. Un hombre de fe, primero se abre a Dios para que cumpla en él las promesas que le da en su Palabra. Conforme se van cumpliendo crece en él la fidelidad.
15. Cuando leemos en la Biblia que Dios es nuestra Roca, tenemos que verlo también como el regazo en el que nos reponemos de nuestros fracasos.
16. Pretender parar con nuestras manos los golpes que nos da la vida es bastante irresponsable. Fijémonos en lo que dice el salmista: “Dios es escudo para los que se acogen a Él” (Sl 18,31).
17. Confesar que Jesús es tu Señor implica dejarte conducir por Él. De no ser así, ¿cómo podría ser tu Buen Pastor?
18. Llevar el Evangelio de Jesús tal y como es escrito en el alma; esa es la garantía real de que tu amor a Él es verdadero, incondicional.
19. Dice el salmista: “Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor” (Sl 33,12). Acontecida la Encarnación, decimos: Sí, bienaventurado el hombre que dice a Jesús: ¡Tú eres mi Señor, en tus manos pongo mi vida!
20. El que es de Dios escucha su Palabra (Jn 8,47). Fijémonos bien, la Palabra se escucha, verbo que en Israel implica intención de obedecer.