1. El Espíritu del Señor está sobre mí, proclamó Jesús al inicio de su misión. Cada vez que un discípulo anuncia el Evangelio de la Gracia, así lo llama Pablo (Hch 20,24), puede proclamar lo mismo que su Maestro y Señor.
2. Todos tenemos algo de sagrado. La cuestión es que, al igual que una montaña esconde en su interior un yacimiento de diamantes a espera de que alguien lo descubra, así nos toca a nosotros descubrir el tesoro sagrado que llevamos dentro.
3. Algunas personas despotricaron contra la Iglesia por el mandato de abstenerse de comer carne algunos días al año. Luego se hicieron vegetarianos y ponen el grito en el cielo cuando ven que alguien como carne.
4. Juan Bautista alcanzó la plenitud de su alegría cuando llevó a sus discípulos al encuentro de Jesucristo. De la misma forma un sacerdote alcanza su plenitud cuando lleva a sus ovejas a los pies del Buen Pastor.
5. Cuando Jesucristo llama a alguien para ser sacerdote tiene su mirada puesta en la multitud que este hombre encaminará al Reino de los Cielos. Ante una misión así, el llamado necesita oír: “Estaré contigo, no te dejaré ni te abandonaré” (Jos 1,5).
6. “Por ellos me consagro”, dijo Jesús al Padre en la última cena. Sí, por ellos, los apóstoles, y por nosotros, y por todos los hombres y mujeres del mundo. Y todavía habrá quien dude de que es precioso a los ojos de Dios.
7. La fuerza de lo alto viene en ayuda de todo aquel a quien Jesús llama a ser su discípulo. Por su parte, éste acepta la llamada cuando, al igual que David, dice al Señor desde lo más profundo de su corazón: “tus palabras son fiables” (2S 7,28).
8. El oído vuelto hacia Dios o hacia sí mismo. He ahí el hecho, la realidad que marca la diferencia entre un amigo de Dios y un candidato al escepticismo.
9. La oración, tal y como nos lo da a entender el rey David, presupone el don de Dios, que se aviene a dar audiencia a quien desea hablar con Él (Sl 132,10). Todavía habrá quien piense que hace un favor a Dios cuando va a la Iglesia.
10. Jesús envía a sus discípulos al mundo para que sean levadura en la masa. Desgraciadamente algunos tienen un cierto complejo de inferioridad, complejo que les lleva a no ser más que masa en la masa.
11. Bueno es llamar a las puertas de quienes nos pueden ayudar, sobre todo cuando los conflictos nos abruman. Sin embargo, no perdamos de vista a Aquel que dijo “Yo soy la puerta” (Jn 10,9). Además no es necesario llamar, está siempre abierta.
12. Un discípulo de Jesús no se pertenece a sí mismo, sino al mundo. Ha sido llamado por Él como prolongación de su misión: es enviado al mundo para que éste se salve (Jn 3,17).
13. Cuando un hombre acepta la llamada de Dios para el sacerdocio, se cumple en él la intuición profética del salmista: “El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege” (Sl 34,8). Gracias a él, Dios pone su Tienda en un pedazo del mundo.
14. Cuando tomamos conciencia de que somos un soplo de vida de Dios, dejamos de lamentarnos de tantas cosas que nos afligen; este soplo de vida se convierte en un huracán que arranca la cizaña sembrada por Satanás en nuestro campo interior.
15. A lo largo de los siglos encontramos distintas eclosiones de paganismo que amedrentan a los tibios, mientras que a los que aman a Jesús les empuja a anunciar su Evangelio “a tiempo y a destiempo” (2Tm 4,2).
16. Llorar por las ocasiones perdidas para probar tu amor a Dios quizá no sea tan bueno, pues las lágrimas pueden hacer de cortinas que te impidan reconocer las nuevas oportunidades que Dios te ofrece para amarle.
17. Un llamado por Jesús a pastorear a su pueblo no es dueño ni de la Palabra ni de los Sacramentos. Todo le ha sido confiado por el Hijo de Dios para alimentar a sus ovejas, no para hacer experimentos de laboratorio.
18. Exponer mis ideas, imponerlas a toda costa a los hombres: he ahí el origen de todas las sectas que han surgido; medias verdades unidas a impulsos insanos de grandeza. Aun así Jesús continúa diciendo: “Tomad y comed porque esto es mi Cuerpo” (Mt 26,26).
19. Dijeron los santos Padres de la Iglesia: “Donde está Pedro –el Papa- está la Iglesia, y ahí está también Dios”. Es bueno tener en cuenta esto porque la astucia que emplea Satanás para que vayamos a nuestro aire, en lo que respecta a la fe, es inagotable.
20. Cuando el Evangelio nos lleva a marcar distancias, sin jactancia alguna, con cierto estilo de vida de nuestro entorno, nos sitúa en condición de testigos de la Verdad de Dios. Se pueden tener otras metas en la vida, pero ésta me parece insuperable.