Nenúfar

1. Depende del hombre manifestar a su alrededor la primacía del bien sobre el mal; sí, depende de él en la medida de su relación con Dios según la Verdad.

2. La prueba irrefutable de la existencia del demonio la tenemos en la ininterrumpida difamación de las fuentes de la felicidad del hombre: familia, procreación, fidelidad conyugal…

3. Los fuertes no necesitan hacer alianza con nadie, se bastan a sí mismos. Los débiles necesitamos apoyarnos en alguien, y en quién sino en Aquel que dijo: “No temáis, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

4. Creer en Aquel que se presentó a Moisés como “Yo soy el que Soy” (Éx 3,14), eleva nuestra categoría existencial hasta el infinito ya que nos hace partícipes de su Nombre eterno.

5. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra; y ahí estamos nuevamente desafiando a Dios con una nueva torre de Babel, tan altiva como ruinosa.

6. “¡Ánimo, yo soy tu victoria!”, nos dice Dios (Sl 35,3). Bien saben sus amigos que Él es su victoria en todo combate, tentación y persecución. No en vano tienen a su Hijo como su Pastor.

7. Dios se hizo hombre y nos puso en bandeja dones inmensos que rayan la infinitud como, por ejemplo, saber aprovechar el inagotable potencial creador de nuestra alma.

8. La persona, aun entrada en años, que sigue buscando el sentido de su vida, mantiene la frescura de su juventud; la que no busca este sentido, nunca ha sido joven.

9. Todos hemos oído esta queja de hijos a sus padres: ¡Sólo nos has dado dinero, nunca cariño! Estos hijos crecieron y llevaron a sus padres a lujosas residencias. ¡Qué poco originales!

10. La oración está al servicio de los que buscan a Dios. A los que así rezan Él les da “sus cosas”, como dice Jesús en su Evangelio (Mt 11,25…).

11. El Evangelio del Hijo de Dios hace que el hombre tome conciencia de la riqueza singular que posee. La Palabra, “luz que ilumina a todo hombre” (Jn 1,9), es la detectora de esta riqueza.

12. Dice el salmista: “Yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo, no me volvía hasta vencerlo” (Sl 18,38). Así fue. Jesucristo persiguió a Satanás, el enemigo del hombre, le alcanzó en su fortaleza, el mal, lo llevó a cuestas hasta el Calvario y lo aniquiló resucitando.

13. Profecía del salmista sobre los discípulos de Jesús probados en la tempestad: “Desde el cielo alargó la mano y me agarró, me sacó de las aguas caudalosas” (Sl 18,17). Preguntemos a Pedro si esta profecía se cumplió o es una fábula (Mt 14,31…).

14. Una de las diferencias abismales entre la Palabra de Dios y las otras palabras es que la de Dios crece sin cesar en quien la acoge, mientras que las otras tienen su momento y poco más.

15. Tengamos la edad que tengamos, necesitamos acercarnos a Dios y preguntarle confiados: ¿qué tengo que hacer para que mi vida en esta etapa concreta tenga sentido? Una pregunta así testifica que no has desertado de vivir.

16. Nadie está exento de acontecimientos y experiencias dramáticas en su historia. El que sigue a Jesucristo, le acompaña en su drama del Calvario. Allí, junto a Él, su angustia da paso al amanecer glorioso de la Vida.

17. Conforme el hombre se llena de la sabiduría de Dios, deja de adivinarse a sí mismo a tientas y se va comprendiendo interiormente. Recordemos que Pablo llama a Jesús: “Sabiduría de Dios” (1Co 1,24).

18. La Palabra de Dios es operante, es decir, trabaja en quien la escucha y acoge con deseo de convertirse (1Ts 2,13). Desconfiemos de aventuras e imitaciones, y vayamos a Dios que se enorgullece de trabajar en nuestras almas.

19. Grandes son sin duda los obstáculos e impedimentos externos que un hombre debe enfrentar para acoger la llamada de Jesús, pero mayores aún son los obstáculos e impedimentos que él mismo se inventa en su interior.

20. “Voy a derramar mi espíritu sobre vosotros, voy a comunicaros mis palabras”, dice el Señor (Pr 1,23). Ni Espíritu sin Palabra, ni Palabra sin Espíritu, para no caer en vanas palabrerías.