
Caída en el camino del Calvario (Rafael) -fragmento-
El Vía Crucis es el camino de la cruz. Es saber que en el seguimiento de Cristo, tarde o temprano nos conduce como camino obligatorio a recorrer el camino de la cruz. Lo mismo que cuando nos hacemos una herida acude la sangre, cuando seguimos al Señor siempre compartimos la cruz. A veces esa cruz es una cruz sin brillo, tosca, de palo, vulgar: son las más difíciles de llevar. Parece que nadie se percata de nuestro sufrimiento. Entonces solo mirando al Cristo de la Salud nos confortamos en medio de tanto sufrimiento.
1ª Estación: Jesús es condenado a muerte
Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él». Salió entonces Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: «Aquí tenéis al hombre.» Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!… Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»… Pilato hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey»… Replicaron los sumos sacerdotes: «¡No tenemos más rey que el César!». Entonces se los entregó para que fuera crucificado. (Juan 19, 4-16)
Condenado a muerte es toda persona injustamente maltratada. Son todos los que están despojados de salud y viven en la enfermedad.
Déjame vivir en Ti. Ayúdame a vivir amando cuando alguien me haga sufrir. No me dejes caer en la tentación del desaliento y del cansancio.
Cristo da la salud al Buen Ladrón a todo condenado a muerte. El da la vida por nuestra salvación, nos da la salud del cuerpo y del alma. Nos llevará a vivir con “los sentimientos de su corazón” que es gozo desbordante de nuestra existencia.
2ª Estación: Jesús con la cruz a cuestas
Tomaron entonces a Jesús quien, tomando él mismo su cruz, salió de la ciudad para ir al lugar dicho la calavera, en hebreo Gólgota. (Juan 19, 16)
«Ahora eran nuestros sufrimientos lo que soportaba y nuestros dolores por lo que estaba agobiado… atravesado a causa de nuestros pecados, aplastado a causa de nuestros crímenes. El castigo que nos devuelve la paz cae sobre él y es gracias a sus llagas que hemos sido sanados.» (Isaías 53, 4-5)
Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero aquel que pierda su vida por mí, ése la salvará.» (Lucas 9, 23 -24)
Toma la cruz de la falta de salud, toma la cruz de la depresión, de la angustia. Solo amándote a Ti, Cristo de la Salud, nuestra vida cambia y podemos llevar con paciencia la cruz de cada día. Que descubra que solo aceptando lo que no puedo cambiar mi vida se transforma en fuente de paz y alegría.
3ª Estación: Jesús cae por primera vez
Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. «En verdad, en verdad, os digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde y el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, libérame de esta hora!, Pero es para esto que he llegado a esta hora ¡Padre glorifica tu nombre!» (Juan 12, 23-28)
Las caídas forman parte del camino del seguimiento de Cristo. Santo no es el que nunca cayó sino el que siempre se levantó. Solo en la medida en que miramos a Cristo caído, al Cristo de la Salud por los suelos, recuperamos la esperanza en todas nuestras caídas. Es imposible que mirando a este Cristo de rostro sereno, no encontremos la fuente de la esperanza, incluso en nuestras caídas.
4ª Estación: Jesús encuentra a su Madre
Simeón dijo a María: «Éste está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!– a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» (Lucas 2, 34-35)
«Su Madre conservaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón.» (Lucas 2, 51)
Su Madre estaba allí, como está siempre en nuestra vida suscitando esperanza en medio del dolor. María es “salud de los enfermos” Ella nos lleva a encontrarnos con el Cristo de la Salud que camina hacia el calvario para devolvernos la verdadera salud es decir la salvación que hemos perdido por el pecado. Ella cura la mayor de las enfermedades, el egoísmo que me impide confiar en medio de los sufrimientos.
5ª Estación: el Cireneo ayuda a llevar la cruz
«Cuando llevaban a Jesús, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.» (Lucas 23, 26)
Cirineo es siempre el que nos ayuda en el camino de la cruz. El gran Cirineo de nuestra vida es el Cristo de la Salud que siempre está ahí, siempre nos espera para confortarnos en todos nuestros sufrimientos. También tenemos que ser nosotros Cirineos y ayudar a otros a llevar la cruz diaria y pesada de cada día. Cuando vivimos como hermanos y nos queremos, es más llevadera las dificultades y cruces del camino.
6ª Estación: la Verónica enjuga el rostro del Señor
«Así como se asombraron de él muchos pues tan desfigurado aspecto tenía -ya no tenía apariencia humana- igualmente muchas naciones se asombrarán; ante él cerrarán la boca los reyes, pues verán algo que nunca se les contó… Sin gracia ni belleza para atraer la mirada, sin aspecto digno de complacencia. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento… Ahora eran nuestros sufrimientos los que soportaba y nuestros dolores los que lo agobiaban.» (Isaías 52, 14-15 y 53, 2-4)
Verónica es siempre la persona que enjuga nuestros rostros heridos. Como el Cristo de la Salud, la Verónica es siempre presencia y cercanía en los momentos difíciles. En la Eucaristía encontramos la presencia viva del Cristo de la Salud, que nos hace descubrir la salud y la vida. Sin la Eucaristía no podemos vivir, ya que su amor es mucho más grande que el pecado y la muerte. La imagen que quedó impresa en el pañuelo de la Verónica nos recuerda las distintas presencias de Cristo, sobre todo en la Eucaristía y en los pobres.
7ª Estación: Jesús cae por segunda vez
Jesús les dijo: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán sus ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a galilea.» Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no. Jesús le responde: «En verdad te digo, que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Y todos decían lo mismo.» (Marcos 14, 27-31)
Las caídas no son solo accidentes que sufre Jesús sino que son la elección de su corazón para estar a la altura y cercano a los que sufren. Esta caída nos recuerda que el Cristo de la Salud, lleno de Misericordia nos ayuda a levantarnos siempre con esperanza. Es saber que cuando caemos recuperamos la salud, cuando nos arrepentimos y recibimos el Sacramento de la Penitencia.
8ª Estación: Jesús consuela a las santas mujeres
«Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús volviéndose hacia ellas les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: «¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraros y los pechos que no amamantaron! Entonces se podrán decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?» (Lucas 23, 27-31)
El Cristo de la Salud siempre nos consuela. Es muy humano y muy cristiano buscar el verdadero consuelo en las personas que nos quieren, en los amigos. Sabiendo que el que nos consuela siempre es el Cristo de la Salud, que remedia sobre todo la enfermedad del egoísmo que no nos deja vivir en paz. Tenemos que buscar el verdadero consuelo que nos debe llevar a entregar la vida por amor y no quedarnos en lamentaciones.
9ª Estación: Jesús cae por tercera vez
«¡Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz! Pero no se haga como yo quiero sino como quieras tú». Y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Vigilad y orad para que no caigáis en tentación: el espíritu está pronto pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo por segunda vez oró así:
«¡Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad!». Volvió otra vez y los encontró dormidos… Los dejó y se fue a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras.» (Mateo 26, 39-44)
Cae por tercera vez no es más que Jesús nos dice que tenemos que poner los ojos en todos los caídos y los que sufren, como dice la oración que hacemos al Cristo de la Salud. Los preferidos del Cristo de la Salud son los sufrientes, los caídos, los que no tienen salud ni esperanza, los que solo en el Señor pueden encontrar su Refugio.
10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Los soldados tomaron sus vestiduras e hicieron cuatro partes, una para cada soldado y la túnica. La túnica era sin costura tejida de una sola pieza de arriba a abajo; Por eso se dijeron: «No lo rompamos, sino echemos a suertes a ver a quien le toca». Así se cumplía la escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suerte mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados. (Juan 19, 23-24)
Cuando la vida nos despoja de la salud, que es el mayor bien que desea toda persona solemos entrar en crisis nos rebotamos contra Dios ¿Por qué? Cristo despojado de sus vestiduras nos recuerda que al ser despojados de la salud, de todo, el Cristo de la Salud es nuestra fuerza y esperanza.
Señor, que me falte todo menos tu amor.
11ª Estación: Jesús es crucificado
«Condujeron a Jesús al lugar llamado Gólgota. Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. Lo crucifican… Era la hora tercia… Estaba puesta la causa de su condena: “El rey de los Judíos”. Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.» (Marcos 15, 23-27)
Vivir crucificados es la realidad de la mayoría de la gente de todos los tiempos. El Cristo de la Salud sufriendo con su mirada dulce nos recuerda que detrás de la noche viene galopando la aurora y que siempre podemos acudir a quien tiene abierto el Corazón.
Señor, que cuando la vida me crucifique aprenda a vivir con un corazón “manso y humilde”.
12ª Estación: Jesús muere en la cruz
«Junto a la cruz estaban su Madre, la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús viendo a su madre y junto a ella al discípulo que amaba, dice a su madre: “Mujer ahí tienes a tu hijo”. Luego le dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la escritura dice: “Tengo sed”… Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre y dijo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Juan 19, 25-30)
El Cristo de la Salud tiene los ojos abiertos mirando al Padre. Al morir nos deja el secreto de su Corazón, nuestra salud, la que cura todas las heridas, su infinita Misericordia a la que siempre podemos acudir. Él nos dice que con Él nuestra vida siempre tiene salida cuando confiamos. Que se lo pregunten al Buen Ladrón, a la Samaritana, a Zaqueo, a la Magdalena.
Señor, que al morir a todos los problemas de la vida me ayude, como Tú, a tener siempre abierto el corazón.
13ª Estación: Jesús en brazos de su Madre
Jesús les respondió: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano del trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.” (Juan 12, 23-26)
Al Cristo de la Salud siempre lo encontramos en los brazos de su Madre. Te pedimos, Cristo de la Salud, morir como Tú en brazos del Padre y ser colocados en los brazos de tu Madre y Madre nuestra, para vivir con la eterna salud de la salvación.
Madre de Dios y Madre nuestra, que ningún sufrimiento amargue mi vida.
14ª Estación: Jesús es sepultado
Había un huerto cerca del sitio donde fue crucificado Jesús, y en él un sepulcro nuevo, en el cual aún nadie había sido enterrado y pusieron allí a Jesús. (Juan 19, 41-42)
Si el grano de trigo no muere no da fruto, había dicho Jesús. No nos acabamos de creer que para vivir hay que morir. Creemos que la última palabra la tiene el dolor, el pecado, la enfermedad, la muerte y sin embargo podemos decir que la última palabra la tiene la vida, la salud que nos trae Cristo que es la salvación y que es más fuerte que el pecado, el dolor y la muerte.
Cristo de la Salud, sé Tú nuestra victoria y nuestro triunfo en todos los instantes de nuestra vida.
15ª Estación: Jesús ha resucitado
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. (Lucas 24, 1-8)
El Cristo de la Salud es un Cristo Vivo. No es un Cristo muerto. Está crucificado, pero no derrotado. Lo han clavado, pero no pueden impedirle que nos bendiga con su Corazón abierto. Está lleno de salud y de vida aunque tenga que pasar por la muerte. Él vive para siempre y es nuestra salud y nuestra esperanza.
Si el Señor nos demuestra que nos ama muriendo, todavía nos demuestra más que nos ama viviendo por nosotros y “por nuestra salvación”.
Reflexión final
El Vía Crucis, el camino de la cruz recorrido con fe, con una fe, a veces débil, pero que está ahí, aunque es duro este camino, pero como decía Santa Teresa con tan buen amigo todo se puede sufrir.
El tremendo camino de la cruz, el que se vive sin ninguna esperanza es el de aquellos que dicen no creer, es un camino que es insoportable y sobre todo que tiene muy difícil solución. Sin fe la cruz es el final de la vida.
Para todos aquellos que viven en la oscuridad, que dicen no creer Jesús ha gritado en la cruz. “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. Esto lo ha dicho unido a todos los que recorren el camino de la cruz aparentemente solos y sin ninguna esperanza: los ateos, los agnósticos, lo que viven en continua crisis de fe.
Nosotros ante el Cristo de la Salud los recordamos y pedimos por ellos. A lo mejor algunas de estas personas son de nuestra familia, son amigos, son gentes muy queridas que nunca están ni estarán lejos de nuestro corazón.
Por ellos en este Vía Crucis del Cristo de la Salud pedimos y los llevamos en el corazón.