
Fotografía: -Reji (Flickr)
Y miles de millones son las historias de amor que podemos encontrar en la faz de la tierra. Pero no hablo de historias de amor pasajeras, falsas, superficiales. Hablo de un amor verdadero, puro, santificado por el sacrificio y eterno: el Amor de Dios para con los hombres. Sí, tenemos la inmensa suerte de tener a Alguien enamorado locamente de nosotros, Jesús. Un hombre que a veces rechazamos o no acertamos a corresponderle en ese amor. Dios tiene una historia de amor con cada uno de nosotros, contigo, conmigo… Somos protagonistas de esa inmensa historia de Amor. Él un día murió por ti y por mí sin saber siquiera si iba a ser correspondido, ¿hay amor más grande del que se sacrifica por la persona amada sin condiciones, sin excusas, sin intereses?
Así es Cristo, el eterno amante que espera siempre un acto de amor por nuestra parte y aunque a veces queramos complicarnos en cómo hacerlo, nos lo ha puesto “fácil”: en los hermanos, a los que queremos y a los que nos cuesta querer, en el pobre, en el miserable, en el infeliz… Ahí también está Dios; nos lo recordaba muy bien Teresa de Calcuta: “verdaderamente solo ves al pobre, pero es Jesús… es el misterio del amor. Nuestro amor a Dios es servirlo a él y a los pobres, porque Él dijo muy claramente: «todo lo que hagáis al más pequeño de mis hermanos, conmigo lo haréis», y para asegurarse de que entendamos, nos ha dicho que en la hora de nuestra muerte seremos juzgados por lo que hemos sido y amado, «Tuve hambre y me distéis de comer, desnudo y me vestisteis; enfermo y en la cárcel y vinisteis a verme»”. Es necesario que aprendamos a vivir esa presencia de Cristo en los pobres y débiles. Es en realidad una sola presencia, un solo amor y Él nos hace participes de esa realidad.
Cuando se ama, es necesario hacerlo sin miedo, con confianza y compromiso. Nosotros estamos llamados a amar a nuestro Padre, a fiarnos enteramente de Él, a confiarle a nosotros mismos y nuestras cosas y cómo no, a comprometernos con su mensaje de Vida y Salvación.
Está claro que experimentaremos la mayor historia de amor de nuestra vida si todo lo hacemos y lo amamos como Cristo nos enseñó. Se puede y Él nos anima a hacerlo con la más necesaria declaración de amor: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28.20).