
Fotografía: Gaspar Serrano (Flickr)
En estos días estivales, el buen tiempo, el calor y el ambiente que se respira en la calle, propician que todos, con más o menos intensidad, tengamos ganas de coger unos días de vacaciones. Y son muy necesarias, porque nos ayudan a recargar pilas, a despejar la mente y pasar más tiempo del que normalmente podemos con la familia y los amigos.
Sin embargo, conozco a alguien que nunca se toma unos días de vacaciones. Y no es porque no tenga tarea, que tiene y mucha, pero está pendiente de todos y cada uno de nosotros. A veces cuando las cosas en la vida no van bien, o no las hacemos como debiéramos, aun teniendo los recursos para hacerlas en condiciones, necesitamos el apoyo de alguien que esté a nuestro lado dando ánimos y diciéndonos: “venga, que tú puedes, que lo sé”. Y son las vacaciones, un buen momento para tomarse en serio lo que queremos hacer con nuestra vida y lo que esperamos dejar de nosotros.
De quien hablo no cierra su consulta o desconecta sus dispositivos para no estar operativo. El caso es que no coge vacaciones. Por supuesto, se vale de todos los medios que tiene y que nosotros tenemos cerca para que el trabajo de ir caminando y transformando las cosas que hay que cambiar, sea más llevadero y posible, ¡también en verano! No hay mayor aventura, con uno mismo, que el desear transformar desde dentro aquello que está estorbando y que hace interferencias con los dones que tenemos que desplegar siendo generosos.
Cualquier época del año, incluso en vacaciones de verano, es buena para crecer y recurrir al Señor. Puedes ponerte en contacto con Él. Descuida, que siempre atiende.