Hace más de diez años que visité Cuenca por primera vez. Pasear por sus calles fue para mí toda una experiencia. Por la noche tiene un encanto especial y por el día me descubrió a plena luz su belleza natural y arquitectónica. También me sorprendió su imaginería religiosa, renovada el siglo pasado tras ser destruida, casi en su totalidad, durante la Guerra Civil española. Llamó mi atención de una manera especial El Descendimiento, de Luis Marco Pérez.
Después de la contienda nacional, las cofradías conquenses tuvieron que resurgir de sus cenizas. Por suerte contaron con la gran aportación de Marco Pérez, uno de los imagineros más importantes del siglo XX. Este escultor, que nació en un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, proporcionó a la ciudad cerca de veinte nuevos pasos, elaborados la mayor parte en los años 40 y 50.
Su contribución fue decisiva para llenar el gran vacío originado durante el conflicto bélico, en el que se perdieron algunas creaciones del propio Marco Pérez, como la Santa Cena. En su brillante reconstrucción de parte del patrimonio artístico conquense, no le fue fácil tener que policromar sus obras por exigencias de la Junta de Cofradías, porque él tenía predilección por la madera vista.
Su espectacular obra de El Descendimiento sale a la calle pasado el mediodía de cada Viernes Santo, en la conocida como Procesión en el Calvario. En la guerra fueron destruidas tres de las imágenes del grupo escultórico original: el Cristo de la Salud, Nicodemo y José de Arimatea. Se salvaron las tallas de san Juan, María Magdalena y la Virgen, pero estas dos últimas permanecen desaparecidas. La hermandad tuvo que interrumpir su actividad hasta mediados de los 40, reanudándola con la entrega de la espléndida composición realizada por Luis Marco Pérez.
La representación muestra al Cristo de la Salud, de tez blanca, sostenido por José de Arimatea y Nicodemo, mientras que san Juan lo sujeta desde el suelo. La fina corona metálica que porta este es igual a la de la Virgen María, que mira hacia el rostro de su Hijo. María Magdalena, con sus largos cabellos, le contempla arrodillada y con los brazos en posición de súplica. Un sudario cuelga de los laterales de la cruz y dos escaleras rematan el conjunto.
Durante mi estancia pude contemplarlo en su céntrica parroquia de San Esteban. He de reconocer que me impactó por sus dimensiones y belleza. Es toda una invitación a la meditación del misterio que representa. Me resulta una escena muy inspiradora en la que cada uno de sus personajes tiene algo que decir. El modo en que una obra de arte puede ayudar a la oración está muy bien descrito en la Revista Agua Viva, dentro de su sección de imágenes para orar.
Este conmovedor paso de misterio se mostró al mundo en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en 2011, donde formó parte del espectacular Vía Crucis urbano conformado por algunas de las mejores muestras de la Semana Santa del país. Fue una catequesis en la calle donde la escena del descendimiento de la cruz tuvo mucho que decir.
Personalmente, el barroco castellano que caracteriza al paso me apasiona. Este es el estilo que define a la Semana Santa de Cuenca que, junto a las de Sevilla, Málaga y Valladolid, formaría parte de las cuatro primeras en ser declaradas de Interés Turístico Internacional, lo que nos da idea del lustre con el que se desarrolla la celebración religiosa en la ciudad.
Después de aquella primera visita a Cuenca vino otra más y, en el futuro, espero viajar nuevamente allí. Me gustará poder enseñarle a mi hija la riqueza de esta ciudad encantada, tan acogedora. Y, por supuesto, contarle la historia de una obra escultórica como la de El Descendimiento.