Río con niebla

1. La conversión a Dios no tiene nada que ver con ser conservador o progresista; sí tiene y mucho que ver con ser inconformista. Sólo los inconformistas buscan la vida más allá de las promesas de tantos mesías.

2. Más allá de nuestros buenos deseos, lo que realmente cambia nuestro corazón es amar la verdad cuando buscamos a Dios. Para ello empecemos por detestar la mentira que tiene la fea costumbre de autoinvitarse.

3. Decimos que la afinidad genera amistades profundas. Y ¿hay mayor afinidad que la que tú, que eres misterio, puedas tener con Dios, que es Misterio?

4. Creer en Jesucristo, Hijo de Dios, tiene más de fusión con su espíritu que con elucubraciones religiosas. Es fusión, y tú tienes el componente necesario para que se realice en tu alma.

5. En nuestra ingenuidad pensamos que la conversión es un proceso en el que la investigación juega un papel fundamental. En la mayoría de los casos la conversión no es otra cosa que “tomarse en serio a Dios”.

6. Sólo Jesús puede llamarnos a conversión, y la razón estriba en que Él estuvo siempre convertido-vuelto al Padre, pendiente de sus Palabras. Jesús es el único Maestro capaz de volver nuestro rostro hacia Dios.

7. Riesgo y gozo: he ahí dos fuerzas interiores que van al unísono en los buscadores de Dios. Quien se ponga de perfil ante el riesgo, que sepa que también el gozo se pondrá de perfil ante él.

8. El que se abre camino por el Evangelio hasta vislumbrar el rostro de Dios se asemeja al hombre nombrado por Jesús que encontró un tesoro en un campo y que no descansó hasta hacerse con él (Mt 13,44).

9. Una buena noticia para aquellos que se ponen en camino para llegar a creer en Dios: Mucho antes de que tú creas en Él, Él creyó en ti. De hecho dejó sus huellas en tu alma para que le buscaras.

10. Si un día el Evangelio no te dice nada, quizás sea porque nunca pasaste de la letra en su lectura; jamás escarbaste en sus palabras hasta encontrar el Manantial oculto que lo surca.

11. No hay mayor mentira institucionalizada que la de la persistente autovulneración de los derechos del alma. Por más que esta grite de mil maneras, la acallamos sin compasión alguna.

12. Al igual que los judíos eran etiquetados en la Alemania nazi con una estrella amarilla, hoy a los discípulos de Jesús nos etiquetan con esa sonrisa burlona que rezuma autosuficiencia.

13. La vida de todo hombre tiene sus encrucijadas, y en ellas tomamos decisiones que influyen en nosotros positiva o negativamente. La encrucijada más decisiva es aquella en la que decidimos buscar o no a Dios.

14. Todos nacemos con delirios de grandeza. Jesús coge nuestros delirios, los afina, limpia de banalidades y nos eleva hasta el punto de participar de su gloria. No arrancó nuestros delirios, sino que los transformó.

15. Nada más extravagante que igualar tu ciclo vital al de un perro o cualquier animal. Tan extravagante que bloquea tu yo más íntimo, el que quiere sobrevivir a la muerte.

16. Dios nos creó para que nuestra vida fuese una antorcha, un volcán de ideas creativas. Indudablemente es algo excitante, solo que si prescindimos de Él, el volcán y la antorcha se cosifican.

17. Decir nostálgicamente que hay que volver al punto de partida del cristianismo rebela una ignorancia respecto al Evangelio, que es Palabra eterna de Dios que nos coge al vuelo, no tiene punto de partida.

18. Que el sufrimiento, la cruz, sean patrimonio de todo hombre no es una maldición, sino una bendición. Todo crucificado que se encuentra con el Crucificado se sabe digno de vivir con Él.

19. Hay una sumisión a Dios que tiene mucho que ver con el fariseísmo, que dice someterse a Dios siempre que no interfiera en su voluntad. Los amigos de Dios vivieron primero su “tira y afloja con Él”. Después le amaron.

20. En general las polémicas no resuelven grandes problemas; a no ser que uno tenga la audacia de polemizar consigo mismo acerca de la relevancia que Dios, en quien dice que cree, tiene en su vida.