Paseando por el bosque

1. Cuanto más amplia es nuestra mirada más Belleza de Dios abarcamos. Intentar captarle con una mirada estrecha es como intentar apreciar una sala del Museo del Prado por el ojo de una cerradura.

2. Señor Dios nuestro, jamás hombre alguno se atrevería a decirte que te ama si tú mismo no te hubieses adelantado a decirle a Pedro ¿me amas? Bendito seas porque al preguntarle a él nos preguntas a todos.

3. El hombre necio emplea su vida en atesorar sin saber para quien (Sl 38,7). El sabio pone sus ojos en el Tesoro incorruptible -el Evangelio-, lo hace suyo. En esta vida como primicia, y en la venidera como plenitud.

4. Dios concedió al hombre el poder sobre la primera creación, y a los discípulos de su Hijo ser artífices de la nueva y definitiva elevación del hombre nuevo (Ef 4,24) al confiarles el Evangelio.

5. Un discípulo de Jesús conoce el vértigo de la fe. A veces se siente arrojado al abismo a pesar de la Palabra en la que ha creído; pero siempre el mismo vértigo termina arrojándole en los brazos acogedores de Dios.

6. Decir que confiamos en Dios y no dejar en sus manos nuestros deseos innatos de gloria y dignidad no es más que un slogan ridículo.

7. Así como Juan dijo “amemos a Dios porque Él nos amó primero” (1Jn 4,19), también podemos decir: elijamos a Dios porque Él nos eligió primero (Jn 15,15). Tanto en el amor como en la elección Jesús se nos adelantó.

8. Estar en o fuera de Dios: he ahí la cuestión. Dice Jesús a sus discípulos: al llamaros hacia mí os saqué del mundo (Jn 15,19). El Evangelio es la llamada permanente de Jesús para atraernos.

9. Todo aquel que es capaz de distinguir entre la sabiduría de Dios y la del mundo está en condiciones óptimas para crecer como discípulo de Jesús.

10. Jesús dice con frecuencia: “El que tenga oídos para oír que oiga”. El que no va al Evangelio con el oído abierto no entenderá gran cosa, ni siquiera valorará la Eucaristía celebrada por Jesús.

11. La vida es como un crucigrama prácticamente indescifrable. Se nos hace transparente cuando dejamos a Dios que escriba en él sus palabras. Volvemos a ver el crucigrama y nos encontramos con nosotros mismos.

12. No estamos en venta, decimos cuando no queremos dar nuestro brazo a torcer ni siquiera ante Dios. Su Hijo sí se puso en venta: treinta monedas, el precio de un esclavo. Se hizo esclavo para que tú fueras libre.

13. Un alma a la que se le bloquea el acceso al Misterio de Dios recibe una agresión a su propia naturaleza; llevando en sí el sello de la divinidad parece que pretendan arrebatárselo.

14. La educación en la tolerancia es uno de los valores de nuestro tiempo. Me pregunto si no somos radicalmente intolerantes con nuestra propia alma al negarle lo que le es propio: aspirar el soplo de Dios.

15. No pasamos por el mundo en vano, todos somos portadores de semillas que dan como fruto la bondad de Dios. Y es justamente la carencia de esta bondad lo que hace conflictivas nuestras relaciones.

16. Es más sensato y útil arrancar la cizaña que hayan plantado en tu campo que lamentarse sin cesar del mal que nos haya sobrevenido.

17. El signo por el que Dios juzga si nuestros frutos son buenos o malos no es el de su apariencia; Dios tiene en cuenta si su savia viene de su Palabra o de palabras humanas.

18. Un hombre sabio percibe las intuiciones que brotan de su interior y las valora. Al comprender que son buenas para su alma las lleva a cabo.

19. Pobre del hombre que no está alerta a las señales que emiten las antenas de su alma. Sí, pobre de él porque esas señales le orientan acerca de cómo buscar y encontrar a Dios.

20. Nos embargamos de emoción ante noticias de tal o cual aparición; y no estamos atentos y, por lo tanto, nos perdemos el temblor sagrado que provoca la Palabra cuando se adentra en el alma.