
Fotografía: Toni Verdú Carbó (Flickr)
1. Tenemos las manos tan ocupadas manipulando móviles, tabletas y todo tipo de artilugios, que no tenemos tiempo para coger la mano del que sufre, aunque sólo sea para decirle: estoy aquí.
2. Dios a veces permite aristas en nuestro camino hacia Él no para hacerlo más difícil, sino para que, al rozarse con nuestro corazón, se borren las huellas que el pecado imprimió en él.
3. Si dominásemos el tiempo podríamos asistir al crecimiento de una flor desde su primer tallo hasta su esplendor. Lo que sí podemos es asistir atónitos al abrirse de una Palabra hasta ser Luz.
4. El amor nunca termina en fracaso, no hay amores fallidos. Lo que sí hay son plantaciones de sucedáneos del amor. Dios, que es amor, no es una utopía.
5. Las apariencias engañan, es cierto, a todos menos a Dios. Él sabe cómo somos por dentro, por eso y para llenar de luz nuestras oscuridades nos invita a guardar su Palabra en el corazón (Jn 14,23).
6. Como todos, el discípulo de Jesús pasa momentos en los que la angustia se apodera de él. No obstante, poco a poco la luz del Rostro de su Señor se hace presente. Para ello se sirve de su Evangelio.
7. Cuando tenemos los ánimos por el suelo se nos dice: ¡ánimo, levántate que tú puedes! Es posible que quien te lo dice hasta se lo crea. Jesús, sin embargo, nos dice: Yo soy el que puedo y quiero levantarte.
8. Decimos que si volviésemos atrás unos años cambiaríamos algo nuestra historia. Lo cierto es que si no dejamos a Dios que cambie nuestro corazón, volveríamos a hacer las mismas o parecidas torpezas.
9. En cierto modo vivimos al compás de aspiraciones que más o menos se cumplen. Ahora bien, nos hacemos con la Vida cuando nos centramos en la aspiración por excelencia: Dios.
10. Sólo el Evangelio de Jesús abrazado en lo más profundo de nuestro ser, sean cuales sean tus debilidades, te hace ver, oír, tocar y palpar que vales lo suficiente como para ser Hijo de Dios.
11. Hay proyectos que se desarrollan a base de programaciones, ideas, iniciativas, etc., y no está mal; pero no olvidemos que hay un Proyecto con Rostro: el que Dios quiere hacer contigo.
12. El salmista suplica a Dios: “Di a mi alma: Yo soy tu victoria” (Sl 35,3). Es apasionante saber que Dios dotó a nuestra alma de un oído capaz de escucharle. Si piensas que esto es un cuento, haz la prueba.
13. No es la misma la luz de la mente que la del corazón. La de la mente pretende alcanzar a Dios, mas pasado el saber humano se difumina. La del corazón llega hasta Dios traspasando su Misterio.
14. No hay acto más sublime y completo de un hombre que el del temblor de su alma; supera inmensamente al estremecimiento del cuerpo. En la Adoración Dios enseña a nuestra alma a temblar.
15. En la vida encontramos distintas cartas de la baraja que nos invitan a apostar. A veces acertamos, otras no; hasta que aparece la carta del Evangelio. Esa es la Apuesta que escogen los buscadores de Dios.
16. Cuando una persona se abre al Evangelio del Hijo de Dios puede con toda verdad decir con el profeta Isaías: “El espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido…” (Is 61,1…).
17. La alabanza de Isabel a María, “bendito el fruto de tu seno” (Lc 1,42), es aplicable a todos los discípulos de Jesús, pues llevan en su seno el fruto de la Palabra que han acogido.
18. El “tu Palabra me da vida” que tantas veces leemos en los salmos no es una súplica, sino una confesión de fe. El que da su vida por el Evangelio de Jesús, su Palabra, no la pierde, sino que la recupera para siempre (Mc 8,35).
19. En la Escritura la palabra amigo significa “mi otro yo”. Podemos, pues, pensar que al decir Pablo “no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí” (Gá 2,20), sabe que es otro Jesús para el mundo.
20. Dios está permanentemente asomado a la tierra, y cuando percibe que alguien quiere buscarle teje una historia impresionante sobre él para facilitar el encuentro.