4 estrellas
8
Vivir (Ikiru)
Título original: Ikiru
Año: 1952
País: Japón
Duración: 143 min.
Género: Drama
Categoría: Películas con valores
Edad: +13
Director: Akira Kurosawa
Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto, Hideo Oguni
Música: Fumio Hayasaka
Fotografía: Asakazu Nakai
Reparto: Takashi Shimura, Shinichi Himori, Haruo Tanaka, Minoru Chiaki, Miki Odagiri, Bokuzen Hidari

La vida de Kanji Watanabe no podría ser más anodina. Lleva treinta años trabajando como funcionario municipal y es el improductivo jefe de la sección que atiende las quejas ciudadanas. Al descubrir que está aquejado de una enfermedad terminal, se preguntará por el sentido que ha tenido su existencia hasta ese momento.

Esta soberbia película de Akira Kurosawa radiografía la sociedad japonesa de los años cincuenta, pero los temas que trata van más allá de un lugar y un tiempo determinados. A cualquiera le puede resultar familiar, por ejemplo, la irónica secuencia donde unas madres acuden al ayuntamiento para solicitar un parque infantil y acaban perdidas en un laberinto burocrático, en el que todos se limitan a delegar en otros.

Una vez que Watanabe toma conciencia de que le queda poco, mira desde otra perspectiva el rutinario trabajo que hacía con el piloto automático, a la espera de una jubilación que nunca disfrutará. Entonces coincide en un bar con un escritor de novelas triviales, junto al que se embarca en una noche de fiesta. Pero ahí no encuentra lo que busca. Será una joven de su oficina, que necesita su firma para renunciar a su empleo, quien le inspire con su vivacidad y una alegría que anhela experimentar.

El protagonista de esta cinta se siente alejado de su hijo, cuyo interés por su padre no va mucho más allá del dinero. Watanabe está emocionalmente solo, pese a que haya personas a su alrededor. Ha pasado demasiados años dejándose llevar, siendo indiferente a los demás tras el parapeto de sus papeles. Esa apatía, ligada aquí a la administración, es fácil de advertir en otros ámbitos en la actualidad. Su historia, en realidad, refleja la deshumanización de las sociedades modernas, donde la empatía escasea y predomina un ritmo de vida en el que parece no tener cabida aquello que realmente importa.

La segunda mitad del largometraje es sorprendente. Kurosawa cambia el punto de vista de la narración y utiliza diversos flashbacks, aunque insistiendo en evidenciar esa frivolidad tan presente en el ser humano. El cineasta japonés demuestra una gran audacia tanto en la forma como en el fondo. A través del novelista que conoce Watanabe, expresa que malgastar la vida es una profanación contra Dios.

Cuando Watanabe está ante la muerte, sus ojos se abren a la vida. El tiempo que tenemos es limitado y de cada uno depende sacarle partido. El film nos viene a decir que hoy -y no mañana- es el día adecuado para dilucidar el significado de nuestra existencia, abriendo los sentidos a la belleza del mundo y al amor, y teniendo el coraje de dar lo mejor de uno mismo.

Vivir (Ikiru) (fotograma)