Rafael Samino en Garabandal

Hoy nos acompaña en nuestra sección de entrevistas Rafael Samino. Extremeño de nacimiento y toledano de adopción, interpreta a don Valentín en la película Garabandal, solo Dios lo sabe, que se ha convertido en una de las grandes sorpresas de la cartelera española de este 2018. En la producción también ha participado su mujer, Esmeralda, representando a la madre de Conchita, una de las niñas protagonistas del film. Llevan juntos 27 años en la aventura del matrimonio y son padres de 6 hijos. Atiende a mi llamada con voz afable y mucha cercanía, como si nos conociéramos de toda la vida. Me relata con entusiasmo lo que ha supuesto la experiencia de formar parte de este proyecto.

 
Cuéntanos cómo te llegó la oportunidad de participar en esta película.

Llegó de manos del director Brian Jackson, cuando él siente que había que hacer algo para extender el mensaje de Garabandal. Empezó a plantearnos la posibilidad de plasmar la idea que tenía en una película. Comenzó a darle cuerda a partir de José Luis, que es el guionista, e hicieron un casting para ver quiénes podíamos interpretar cada uno de los papeles. Así se empezó a gestar, y luego a rodar y a seguir los pasos necesarios para que pudiera estar en cartelera.

Todos nos sentimos muy privilegiados de participar en esta gran aventura, porque el cien por cien de los actores, guionistas, director, cámara, sonido, música, etc., somos conscientes de que Nuestra Madre nos ha elegido y nos está utilizando para llevar a cabo unos planes que, por la repercusión que está teniendo la película, son muy bonitos.

 
Tu mujer, Esmeralda, también participa en el film.

La situación fue un poco peculiar, porque yo tenía previsto viajar a Ecuador a unos proyectos de misiones que tenemos allí, con otro compañero, para apoyar a las personas que están día a día bregando con los más pobres. Y entonces tuve que subir a grabar unos días antes de que llegara Esmeralda. Me fui a la cordillera Cantábrica el día 1 de agosto y Esmeralda, por cuestiones familiares, tuvo que incorporarse el 4. Ella interpreta el papel de Aniceta, la madre de Conchita, y siempre cuenta que cuando llegó al rodaje y me vio a mí vestido de sacerdote fue para ella un shock. Pensó: «¡Dios mío! Este no es mi marido, ¡me lo han cambiado! (risas)

 
¿De qué manera compaginasteis el rodaje con vuestra vida familiar?

Los niños se vinieron con nosotros, menos uno que estaba fuera de España. Yo estuve la primera quincena de agosto y ellos se quedaron hasta finales de mes, hasta que terminó el rodaje. En la película han participado todos, menos mi hija Marian y Rafa, por lo que no solo ha sido un proyecto personal, sino familiar. Y no es algo aislado, pues han sido muchas las familias que han estado allí y era muy bonito porque, en medio de todo el maremágnum que supone rodar una película, estaba la convivencia cotidiana. Mientras unos desarrollábamos la escena que nos tocaba ese día, otros cuidaban de nuestros hijos, preparaban la comida o la misa de ese día. A veces faltaban extras y por allí salían algunos niños. Verdaderamente, ha sido un ambiente muy familiar, desde el principio hasta el final.

 
¿Qué ha supuesto para ti la experiencia de ponerte delante de una cámara?

No había hecho nada así antes, ni creo que ninguno de los 300 participantes de la película. Y a nivel profesional, mucho menos todavía. Me lo he pasado muy bien, pero cuando había que estar serio y atender a lo que había que atender, pues me metía en el papel hasta el tuétano. Yo siempre digo que en esta película se hace muy presente el pasaje de las Bodas de Caná. Porque, realmente, Él ha transformado todos nuestros defectos y nuestra falta de profesionalidad en algo que está llegando a muchos corazones.

Esta mañana he estado hablando con Fernando García Linares, que ha hecho el papel de brigada. También es toledano y es muy, muy buen amigo mío. Y me dice: «Rafa, he visto ya la película por lo menos diez veces». Y es que, cada vez que te sientas a verla, recuerdas lo que había antes, después y durante cada escena. El repetir la toma, el estar con los nervios terminando de repasar el papel. Te tengo que confesar que cada vez que la veo me emociono y lloro. Y de verdad que es apasionante. Es un regalo que ninguno, y creo que hablo en nombre de todos, jamás habríamos pensado vivir.

 
Don Valentín, el párroco de San Sebastián de Garabandal, tiene que lidiar con sus propias incertidumbres y con los mandatos de sus superiores. ¿Cómo te preparaste el personaje?

Cononcí a don Valentín cuando era un adolescente. Y en una ocasión, creo que la primera vez que fui a Garabandal, nos estuvo contando algunas de sus experiencias. Independientemente de eso, es un personaje que siempre me ha resultado muy atractivo, porque me veía reflejado en él. Don Valentín conocía a las niñas y a sus familias, y tenía muy claro que las niñas no mentían. Pero, al mismo tiempo, se le hacía muy grande pensar que a cuatro aldeanucas se les había aparecido un ángel y que Nuestra Madre estaba utilizándolas para enviar al mundo unos mensajes, tan pueriles por un lado y tan fuertes por otro. Eso a él le desconcertaba. Al mismo tiempo, recibía presiones por parte de su jerarquía más directa, de su obispado, porque pensaban que era el organizador de todo. Quizá le faltó valentía -algo que por otro lado es muy humano-, de decir que creía de verdad, a pesar de lo que dijeran otros. Pero también tuvo miedo san Pedro, que negó al Señor tres veces, y luego mira.

Después del estreno de la película en Santander, me llamó un amigo natural de Garabandal y me comentaba que don Valentín era un hombre muy bueno, que se preocupaba por ellos. Un poco brutote, sin embargo, conocía a cada uno por su nombre y apellido, y sabía de su situación personal. Era un pastor de almas, un cura de pueblo. Quizá el referente más importante para todos los aldeanos.

 
El misterio sobre Garabandal sigue vigente más de 50 años después. ¿Qué piensas acerca de la veracidad de los hechos?

Tengo que ser sincero. Siempre he creído en Garabandal. Desde muy pequeño he creído que allí se había aparecido Nuestra Madre, pero para mí no era importante. Era una manifestación mariana en la que creía firmemente, pero en mi vida no significaba nada. Pero, de unos años a esta parte, quizá por la frecuencia de subidas a Garabandal, he sufrido una conversión y ha pasado a ser algo, no solo importante, sino fundamental en mi vida. Y siento que Nuestra Madre me quiere como instrumento para dar a conocer los mensajes que se dieron.

 
¿Qué puede aportar la película al espectador?

La película es un fiel reflejo de lo que es Garabandal, porque tiene un mensaje personal para cada uno. Estamos viendo que la gente sale emocionada del cine y muchos no habían oído hablar antes de Garabandal. Da igual que sea Santander, Barcelona, Cuenca, Alicante, Murcia… Y hay gente que no conocemos, que se está dejando la piel para llevar a la película a sus ciudades y conseguir que mucha gente vaya a verla. Yo no he parado de emocionarme.

 
Y ahora brevemente:

Una película.

Garabandal, solo Dios lo sabe.

 
Un libro.

Garabandal: Mensaje de esperanza, de José Luis Saavedra.

 
Una canción.

Es un poco redundante (risas), pero el Ave María de Garabandal.

 
Un santo o personaje que te inspire.

San Ignacio de Loyola.

 
Una fecha importante en tu vida.

El 10 de noviembre del 90, que fue la fecha de mi matrimonio.